El pacifismo como actitud espontánea, frente al hecho armado de la guerra, es un buen comienzo. Sin embargo, las manifestaciones en ese sentido, resultan inorgánicas si no están acompañadas por la lucha en pos de la justicia, la no discriminación y la hermandad internacional de todos los pueblos. Las masas que concurren a expresarse en contra de las guerras luego se disgregan, y cada cual regresa a su casa y a reemprender sus actividades cotidianas, como si en ellas existiera un mundo apartado del gran problema. Es este salto que se produce entre el pacifismo genérico y la acción cotidiana, el que se debe resolver de un modo coherente. La no-violencia, es la metodología de acción del pacifismo, por tanto, la mejor herramienta para la liberación del sufrimiento social. La no-violencia trabaja con el "vacío", impulsando la denuncia, el repudio, la no cooperación con la violencia y, por último, la desobediencia civil frente a la injusticia institucionalizada. Si el pacifismo inicial aspira a un mundo sin guerras, la no-violencia hace progresar tal ideal hasta convertirlo en el de la humanización de la Tierra. Esta humanización, sin embargo, debe comenzar en el medio inmediato de cada cual, de un modo efectivo, sostenido y, por consiguiente, organizado.
Foto: Sala de los Parques de Estudio y Reflexion - Toledo
(Extraído de “Pacifismo y no violencia” de “La Comunidad para el desarrollo humano”)
(Extraído de “Pacifismo y no violencia” de “La Comunidad para el desarrollo humano”)
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